¿Te cuesta poner límites en casa o gestionar los enfados de tus hijos? En esta entrevista, Elisenda Pascual, psicóloga, psicoterapeuta y escritora de libros de crianza respetuosa, nos habla sobre la importancia del orden familiar y los límites dentro del sistema.
EL ORDEN EN LA FAMILIA
1. Empecemos introduciendo el concepto de orden familiar. ¿Cómo ha sido nuestra experiencia con este orden familiar?
En nuestra generación hemos vivido el rol autoritario del padre y la madre. Por eso, cuando miramos atrás, no nos gusta lo que vemos y nos decimos “yo no lo haré así con mis hijos”. Muchas veces, cuando pensamos así, tendemos a situarnos en el polo opuesto y somos hiperlaxas, muy permisivas.
Aquí es donde nos desordenamos, porque salimos de nuestro lugar de poder. Me refiero al poder desde un lugar ordenado, donde tú tienes la fuerza. Pero sin pasar al autoritarismo.
2. ¿Qué nos lleva a desordenarnos?
Hemos puesto la mirada tantas vecen en cómo lo hicieron nuestros padres con nosotras que, al final, lo acabamos repitiendo por cansancio psicológico. Inconscientemente, lo has hecho grande dentro tuyo y, cuando estas cansada y no das más de ti, el patrón que sale con tus hijos es el que más has mirado.
Estamos hechos de pensamiento. Aparte, cuando yo digo a mis padres, “lo voy a hacer mejor que vosotros”, me desordeno, porque me pongo en un lugar de superioridad. Me pongo en un lugar que no me pertenece, porque no lo puedo hacer mejor o peor, lo puedo hacer distinto.
No podemos comparar este tipo de dinámicas. Es importante tener el pasado ordenado para mirar claramente al presente. Eso es empezar a poner orden.
3. Entonces… ¿cómo entendemos este orden familiar ahora, con nuestros hijos?
Si ponemos como ejemplo el árbol genealógico, veremos que ser primero no significa ser más importante, sino tener más recorrido y, por tanto, tener más que ofrecer.
Por eso, cuando hablamos de orden familiar, una de las cosas importantes que debemos saber es que nunca les podremos pedir a los hijos, que nos den algo que no les pertenece.
En todos los vínculos de nuestra vida (pareja, amistades, familia…) rige el principio del equilibrio. Esto significa que, en un momento de mi vida, te puedo dar un poco más y en otro, tú me das un poco más…pero la percepción global es de equilibrio.
Con los hijos, esto no funciona. Lo que tu les has dado, que es la vida, nunca te lo van a devolver o no deberían hacerlo.
Por eso, es importante tener en cuenta la radiografía de la familia y el momento vital de los hijos. Hay cosas que la criatura no puede entender porque no tiene empatía ni conoce el principio de equilibrio. Todavía no ha comprendido que mamá o papá necesitan algo de él o ella. Entonces, lo que nosotros necesitamos de nuestros hijos, nos lo tenemos que buscar en otro lugar.
4. ¿Y dónde está ese lugar?
Normalmente está en el límite. No seré mejor madre/padre por dar mucho y después enfadarme. Es importante que aprenda a regularme.
Si tú no te cuidas, llegará un momento que te vas a desordenar y te convertirás en una niña pequeña pataleando delante de tus hijos…Y tus hijos no te deben dejar de pedir, eres tú que tienes que decir que no. Las cosas ordenadas tienen otra perspectiva.
LA IMPORTANCIA DE LOS LÍMITES
5. ¿Por qué es importante poner límites?
Cuando tú les dices que no a tus hijos, no sólo se lo dices para que se porten bien, sino también para que entiendan el límite en el momento presente. Es importante comprender que ese límite que siembras dentro de tu hijo, es el límite que, de mayor, se podrá poner él o ella misma.
Por eso, debemos saber dónde estamos, cuál es nuestro lugar, posicionarnos desde la firmeza. No des del autoritarismo, pero sí desde la autoridad. Luego, en función del crecimiento de tu hijo vas a poder flexibilizar y empezar a generar pactos.
6. ¿Y si poniendo límites, generamos heridas en nuestros hijos?
La realidad es que nos mejoramos a través de las heridas. La herida es la puerta que tiene el cuerpo para entrar la luz. Ahora intentamos criar a nuestros hijos sin heridas, pero esto es falso, porque si tú no generas una herida a tu hijo por un lado, la generarás por otro, como por ejemplo, con la sobreprotección.
La sobreprotección es una de las heridas más potentes. Hay niños y niñas que crecen con la inutilidad de no saber poner un límite, de buscar siempre el bienestar fuera, cuando realmente está dentro.
Si les sobreprotegemos, les estamos haciendo totalmente dependientes de algo que está fuera de ellos y ellas. Y ese algo, no siempre vamos a ser nosotras… Cuando crezcan y vayan con sus iguales, no sabemos qué herramientas externas podrán conseguir si nosotros no les hemos alimentado el poder interno.
7. ¿Cómo se alimenta el poder interno?
Explicando a los hijos que mamá/papá se va a hacer gimnasia, o con sus amigos, o que está trabajando. Esto es básico. Todo lo que necesita tu hijo, no se lo puedes dar tú.
Además, llega un punto que los niños tan sobreprotegidos, necesitan romper. La adolescencia es una infancia revivida. Todo lo que se ha vivido en la infancia que no se ha ordenado y no ha entrado en este patrón del orden familiar y el respeto, en la adolescencia explota.
Por eso es tan importante que las familias sepamos cuál es nuestro lugar durante los primeros años de vida.
8. Entonces, no pasa nada por generar frustración…
La crianza respetuosa no trata de evitar generar frustración a los hijos, sino de que, cuando la generemos, esta sea adecuada a su edad evolutiva. También es muy importante que los acompañemos. Si causamos frustración, debemos acompañarlos y sostenerlos.
9. ¿Cómo sabemos que en un sistema familiar hay orden?
Cuando en un sistema familiar hay orden, mayoritariamente se respira paz. Significa que estás contenta en tu situación de madre/padre, que hay harmonía, que estás satisfecha en el tema de la crianza.
Yo sé que estoy ordenada, a pesar de que mis hijos atraviesen etapas donde hay más rabietas, más conflicto…Todo esto sucede porque es sano.
Es importante tener presente que, cuando un niño me dice que no, no lo hace para amargarme a mí, sino porque está definiendo su personalidad en contraposición a la mía. Si lo entendemos así, podemos acompañar a este no de una manera muy diferente.
Entonces, yo sé cuál es mi lugar y no pierdo los papeles, escucho su frustración y la entiendo, porque es legítimo lo que quiere (mirar más tele, leer otro cuento…). Pero yo decido que esto no será así.
Esto me genera paz porque estoy ordenada y entiendo que mi no, no es para castigar, sino para cuidarme a mí, cuidar a la familia o a la situación. Y también comprendo, que, gracias a estos límites, ellos, en su vida adulta, podrán ser capaces de poner sus propios límites.
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